domingo, 14 de diciembre de 2014

     En esta fechas tan señaladas (sobre todo en el calendario de los comerciantes) me da por reflexionar (malas costumbres en las que uno reincide) en el poder redentor del dinero. Sí,  y no piensen ustedes mal; no me refiero a que el dinero permita a quien lo tiene cometer cualquier tipo de delito con impunidad, por mucho que últimamente pueda parecer que es así, si no a cómo el adorado metal realiza la alquimia necesaria para transformar determinadas realidades. Así es sin duda con el mal gusto, la horteréz.

 Hay un nivel de lujo que sencillamente sobrepasa el buen gusto, llega un punto no se pueden poner tantas cosas tan caras tan juntas sin que aturdan, no se pueden añadir más diamantes a un pantalón de peto sin que cieguen, no se puede colgar más lamé dorado en una cocina sin que agobie. Pero es que en algo hay que emplear los millones que sobran, así que se ha terminado por crear un estilo en el que el mal gusto por exceso llega a ser buen gusto... o simplemente resaca estética.


 Que la fortuna os aguarde tras la esquina oscura

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