lunes, 6 de mayo de 2013

La impunidad propia donde el ajeno delinque.

La impunidad propia donde el ajeno delinque.
    Abrumador resúltame observar de contino cómo, en esta nuestra sociedad, asumimos el hecho (al menos algunos lo asumen) de que las reglas y leyes, si bien han de aplicarse sin falta ni escepción en el caso de los demás, en nosotros vienen a ser una especie de opción por no decir una excentricidad.
    En nuestro día a día si podemos transgredimos toda norma, infringimos toda ley y violamos toda moral en tanto en cuanto no se nos pille en falta. Pareciera que lo único negativo de un mal acto es que te cojan, y nada tiene esto que ver con profesiones religiosas o laicas que tanto unos como otros defraudan a hacienda, intentan no pagar la consabida multa, o comen más de los que les toca de pastel cuando nadie mira. De modo que  desde el más humilde al encumbrado más allá de sus méritos (o no) cuando no nos ven hacemos lo que no podemos y cogemos lo que no debemos.
    Y así andamos y del mundo nos quejamos, sin pensar que las normas, si bien fastidiosas las más de las veces, en cierto modo resultan ser la estructura que mantiene en pie una sociedad y consecuencia de como las utilizamos, o más bien despreciamos, resulta la presente situación de desmorone. ¿Se derrumbará todo antes de que la decencia impere?


    Que la fortuna os aguarde tras la esquina oscura.

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